jueves, 29 de abril de 2010

COL CON CEBOLLA

¡Lo conseguí! Bueno, a medias. Me explico: hace pocas entradas os decía que tenía preparada una receta de col, pero que me había quedado sólo con las fotos, sin tener la receta en sí, y que, como hacía tiempo que la había hecho, no la encontraba. Pues el otro día me dio por organizar mis recetas (tengo un jaleo….una tarta, junto a una sopa, pegando con una ensalada, aplastada junto a una nueva forma de hacer muffins….¡en fin!) que tengo impresas y apareció.

Tengo la costumbre de poner al final de cada una la dirección del blog de dónde la he sacado pero, ¡oh! casualidad, esta vez no lo había cumplido con esa buena regla. Así que aquí os dejo esta receta de cuya autora no me acuerdo (porque no era un blog de esos que mire yo a menudo, sino de los otros que me encuentro por –grata- casualidad muchos días). Si alguna se siente aludida, que me lo diga, ¿vale?

Lo cierto es que no es una receta muy veraniega, pero, como dicen que volverán días de frío, a lo mejor os sirve todavía. Las fotos, en fin, que una col con garbanzos y unos taquitos de jamón (con lo que lo acompañé yo) no es muy fotogénica, así que, mis disculpas por adelantado.


INGREDIENTES


1 col

1 cebolla grande

400 gramos de tomate triturado

Sal

Ajo en polvo


PREPARACIÓN


Primero, hay que lavar la col y cortarla en tiras largas y bastante finas. Del mismo modo se hace con la cebolla y se reserva.

En una olla honda, se echa un dedo de aceite (cubrir la base y un poco más) y se echa la col cortada, para que se haga a fuego fuerte.

Hay que ir removiendo para que no se queme. Cuando ya esté empezando a ablandarse, se añade la cebolla y se sigue removiendo para que no se pegue. Cuando la cebolla ya esté doradita, se le añade el tomate, sal y ajo en polvo y se remueve otro ratito más hasta que esté todo mezclado.


Acompañar caliente con lo que os apetezca o comer sola, tal cual.



OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO


Recuerdo que era reacia a pensar que la col se pudiera cocinar, y que no quedara cruda, haciéndolo de esta manera (es lo que tiene no tener apenas experiencia con platos de verdura) pero me sorprendió gratamente. Tenía la col muerta de risa en la nevera (ni siquiera me acuerdo para qué la compré, creo que para hacer un caldito y luego nada) y fue la salida que le encontré. Creo que de forma parecida se hace para preparar los rollitos de primavera, así que ya sabéis. De consejos, pocos, porque es un plato fácil:


Sobre todo, remover constantemente, que si no se pega la col, o la cebolla, o se quema algo y no le da buen sabor. No hay que añadir más aceite, porque es suficiente, pero sí estar atentos para darle vueltas con la cuchara de madera de vez en cuando.


En la receta original decía que era típico de Hungría este plato (creo) y, en vez de ajo, sugerían echar pimienta negra, pero como yo no soy mucho (por no decir nada) de picante, no me atreví.


Se me ocurrió juntarla con garbanzos porque así hacía un plato único consistente, pero admite cualquier combinación que se os ocurra…o sola, porque la primera vez la comí así y también estaba buena.



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lunes, 26 de abril de 2010

MOUSSE DE LIMÓN

Ni tartas, ni grandes postres, ni platos súper preparados. Como buena cocinillas que soy, celebro hoy mi cumpleaños (más que superados los treinta ya, ¡buf!) en el blog con un sencillo mousse de limón, una receta que me enseñó hace años mi amiga Lucía y que siempre triunfa.
Este fin de semana no he podido celebrar mi cumpleaños con los amigos, como era el plan inicial, porque el martes, de sorpresa (como siempre) me llamaron para trabajar, otra nueva baja en el periódico, así que adiós al fin de semana libre y, de paso, al puente del que la mayoría pudo disfrutar en Castilla y León. En resumen, que la celebración se pospone para el próximo sábado, que descanso. Pero este finde hice este postre para comer con unos amigos, Fernando y Judith. Algo rápido y fresquito, que apetece ahora que parece que está llegando (¡al fin!) el buen tiempo.
Por cierto, para las fotos conté con la inestimable ayuda de Dani y Judith, que “confeccionaron” los platitos para que quedaran así de monos, ¡ja,ja!


Ahí va la receta:

INGREDIENTES

1 bote pequeño de leche condensada
La medida de ese bote de leche
La medida de ese bote de nata líquida o yogur natural
La medida de ese bote de zumo de limón

PREPARACIÓN

En un bol, se echa la leche condensada, la leche, la nata líquida o el yogur y, por último, el zumo de limón, para que no se corte. Se bate hasta que se integre todo bien y se deja reposar en la nevera para servirlo frío. Si se quiere, se puede acompañar de barquillos o virutas de chocolate.


OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO

Venga, no pensaréis que este postre necesita muchas explicaciones, ¿no? Lo único, eso sí, echad el zumo de limón al final, pero luego se bate todo y ya está, sin más. En el tema de “contundencia” de postre, claro, queda más ligerito si se le echa yogur en vez de nata líquida. Y el limón varía en gustos. Si os gusta más o menos ácido, pues le echáis más o menos zumo, así de sencillo.

Y, por último, quiero aprovechar esta entrada para felicitar a otras dos blogueras con las que comparto día de cumpleaños: Bea, de El rincón de Bea, y Espe, del blog Esperanza Saavedra. Con la primera comparto nombre compuesto, aficiones, manías y gustos. Con la segunda, ciudad y fecha exacta de nacimiento, ¡toma ya! Todo un feliz descubrimiento que me dejó sorprendida en su día y todavía me arranca una sonrisa. ¡Muchas felicidades cocineras!

martes, 20 de abril de 2010

PINK VELVET CUPCAKES

Sí, he tenido que rebautizar esta última receta, porque mis red velvet cupcakes soñados fueron realmente pink velvet cupcakes, todo por no tener más colorante rojo en la cocina. Aunque todavía no entiendo cómo hice cupcakes rosas con un colorante que es rojo chillón. En fin, que estaban ricos igual. O eso me dijeron a quienes se los regalé, porque hice esta receta para repartir entre unas amigas y no pude catarla yo misma. Bueno, miento, sí que probé el frosting, rebañando como una posesa la manga pastelera que, ¡por fin!, estrené…y me he quedado con ganas de hacer unos para mí, porque estaba bien rica. Además, hacía un montón que no me divertía tanto con una receta, fue realmente divertido decorar los cupcakes, llamadme loca, ¡ja,ja!

A la receta le tenía yo echado el ojo desde hacía un montón de tiempo, pero me echaban para atrás muchas cosas, como el frosting o el buttermilk…que si llego a saber que son tan sencillos de hacer, me lanzo antes. Como tantas otras veces, gracias a mi tocaya Bea, de El Rincón de Bea, por compartir esta rica receta. La próxima vez me atrevo con la tarta, lo prometo. Mirad qué delicia consiguió Joana, de Mis recetas bordadas.


Si queréis ver la receta original de Bea, pinchad aquí.


Y esta es la mía:


INGREDIENTES


125 gramos de harina

150 gramos de azúcar

Media cucharadita de cacao en polvo

Media cucharadita de sal

Media cucharadita de bicarbonato

1 huevo

125 mililitros de aceite de girasol

120 mililitros de buttermilk (suero de leche)

15 mililitros de colorante rojo (o más)

Media cucharadita de vinagre de vino blanco

Media cucharadita de extracto de vainilla

Para el frosting:

85 gramos de queso de untar

60 gramos de mantequilla

1 cucharadita de extracto de vainilla

100 gramos de azúcar glass


PREPARACIÓN


Lo primero que hay que hacer es, en dos boles diferentes, mezclar bien los ingredientes, los secos por un lado (tamizar harina, azúcar, cacao, sal y bicarbonato) y los húmedos por otro (huevo, aceite, buttermilk, colorante, vinagre y extracto de vainilla).

A continuación, sobre el bol que contiene los ingredientes húmedos, ir echando poco a poco los secos, para integrarlos bien con la ayuda de una espátula de silicona.


Esa mezcla se reparte entre los papeles de madalena que habremos puesto en una bandeja para ellas, hasta llenar tres cuartas partes de los mismos.

Con el horno precalentado, se introduce la bandeja y se dejan cocer a 175ºC durante, aproximadamente, un cuarto de hora.

Como siempre, estarán listos cuando al pinchar con un palillo en el centro, este salga limpio.


Para prepara el frosting:

Se baten todos los ingredientes (queso de untar, mantequilla y extracto de vainilla) menos el azúcar, durante un rato, hasta que quede una crema. Después, se añade, poco a poco, el azúcar, y se sigue batiendo hasta que se integre bien.

Ahora viene lo divertido. Hay que rellenar la manga pastelera con esta crema, elegir la boquilla que más os guste y decorar los cupcakes (sólo con escribirlo se me dibuja una sonrisa en la cara, os lo prometo, qué bien me lo pasé).



OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO


Voy a empezar por lo que más me retrasó para hacer esta delicia tan vistosa: el buttermilk o suero de leche. Si no encontráis en los supermercados, como es mi caso, se puede preparar de la manera más sencilla. Tan sólo hay que echar media cucharada de vinagre blanco (también vale el zumo de un limón) en 120 mililitros de leche y dejar reposar durante diez minutos. La leche se corta y queda un poco grumosa…¡eso es lo que queremos!


Yo he adecuado las cantidades de la receta original de Bea para hacer doce cupcakes de tamaño mediano. Las cantidades del frosting también están adecuadas para decorar esa cantidad (quizá ahí me quedé un poco corta, porque tuve que dejar dos o tres sin “coronar”, todo depende de la cantidad que le queráis poner). Eso sí, puse bastante menos azúcar de la que se indicaba (eché 100 gramos y tendría que haberle puesto alrededor de 170) pero a mí así me pareció que tenía el dulzor justo, así que probar antes para ver cuál es vuestro punto.


Es cierto que la masa de estos cupcakes es bastante diferente a los primeros que hice (los de arándanos). Me parecía demasiado líquida, pero no os preocupéis, que salen bien, de verdad. También me fijé que, cuando se cuecen, quedan como muy “gasificados”, con agujeritos en la masa, pero ricos igual.

No sé si dará igual, pero yo esperé a que los cupcakes estuvieran fríos antes de decorarlos, por si acaso. Eso sí, una vez decorados, creo que es mejor meterlos en el frigorífico, para que el frosting coja consistencia. Yo también lo hice así porque al día siguiente iban a hacer unos cuantos kilómetros y no quería que mi “arte” con la manga pastelera se desmoronara…


En definitiva, totalmente recomendables, de verdad. La próxima vez, porque habrá próxima vez, voy a echar colorante también en el frosting para hacerlo de colores, así quedará más profesional, ¡ja,ja!.


Para esta receta he contado con ayuda, porque la gran parte de las fotos las ha hecho mi chico, que tiene muy buen ojo, ¡muchas gracias!




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miércoles, 14 de abril de 2010

FOCACCIA

Hay platos que se te quedan en lo profundo del cajón de las recetas pendientes (que el mío parece que no tiene fondo) y, aunque tengas muchas ganas de hacerlas, pasa el tiempo y al final tienes que verla en otro blog para acordarte de que ahí la tenías, esperando. Es lo que me ha pasado a mí con la focaccia, que por fin la hice este pasado fin de semana después de verla en el fantástico blog (del que no voy a decir más, lo descubrís vosotros pasándoos por ahí, que merece mucho la pena) de Pepekitchen.

Recuerdo que la receta que tenía guardada incorporaba aceitunas, tal y como la probé la primera (y única) vez en Milán, comprada de casualidad antes de ir ya al aeropuerto para volver. Pero decidí hacerla tal y como la explicaba Pepe porque así utilizaba por fin los tomates secos que tanto me había costado encontrar. ¿El resultado? un plato muy rico, ideal para acompañar con queso (como hice yo) o con chorizo (como hizo mi pareja).

Le va bien todo, o incluso sola, y calentita sabe mucho mejor.


Si queréis ver la receta original de Pepe, pinchad aquí.



Y esta es la mía:


INGREDIENTES


Para la masa:

210 gramos de agua mineral

1 cucharada de aceite de oliva

350 gramos de harina de fuerza

Media cucharadita de sal

Una cucharadita de azúcar

Una cucharadita de levadura seca de panadero

140 gramos de mozzarella rallada


Para decorar:

4-5 tomates secos en aceite de oliva

Hierbas provenzales

Sal


PREPARACIÓN

Lo más sencillo es preparar la masa con la panificadora, pero Pepe también explica cómo hacerla de manera manual e incluso con la Thermomix. Como yo tengo la primera maquinita (la única que tengo), la hice en su cubeta, donde eché, por este orden: agua, aceite, harina, sal, azúcar, levadura. Con el programa de masas, la panificadora amasa la mezcla y la leva, con lo que en hora y media la tenemos preparada.


Una vez obtenida la masa, se saca de la cubeta y se echa en una superficie enharinada, porque la masa es un poco pegajosa, y se amasa a mano durante unos minutos para quitarle todo el aire que ha cogido con el levado.

Poco a poco, se le va añadiendo el queso mozzarella rallado, para que se incorpore bien a la masa.


Se estira con un rodillo para darle la forma alargada y se deposita en la bandeja del horno. Así, se tapa con un paño limpio y se deja reposar 15 minutos.


Es el momento de decorarla. Para ello, se trocean los tomates, bien escurridos, y se reparten por toda la superficie, que después se espolvoreará con hierbas provenzales y sal.


Se mete en el horno durante 20 minutos, a una temperatura de 200ºC, o hasta que se vea doradita.



OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO


Antes de nada, que no os eche para atrás el que haya puesto la receta para hacerla en la panificadora, ¿eh? que Pepe también os la explica muy requetebién para hacerla a mano que a mí es como más me gusta, porque me encanta “manosear” todo tipo de masas, pero esta vez quería aprovechar mi aparatillo, entendedlo. Ahí van algunos consejos:

La masa sale, para mi gusto, bastante pegajosa, y creí que me iba a tener que pelear más con ella. Pero no hay nada que un pelín más de harina no pueda solucionar y eso hice yo, mientras le quitaba el aire aproveché para añadirle un poco más de harina y hacerla así más manejable.


Para añadirle el queso rallado, que es bastante, lo mejor es ir echando poco a poco sobre la masa y luego hacer una bola para que se quede dentro e ir amasando para que se reparta bien y volver a repetir la operación. Ni se os ocurra echar todo el queso de una vez, que se os saldrá por todos los lados (eso hice yo al principio…).


Para que sea más sencillo luego pasar la masa, ya estirada, a la bandeja del horno, lo que yo hice fue estirarla sobre el papel vegetal, así luego sólo tuve que colocarlo sobre la bandeja, porque si no se corre el riesgo de que la focaccia se pegue, por ejemplo, a la encimera, una vez estirada, y sea más complicado el transportarla al horno.


Como veréis si leéis la receta de Pepe, él le pone por encima romero fresco en vez de hierbas provenzales, pero es lo que tenía yo más a mano y no quedó nada mal. Supongo que con otras hierbas, como el orégano, tan típico en las pizzas, también quedará bien. Yo pienso probar.


Este es el bote de tomates secos en aceite de oliva que encontré al fin, de casualidad, en Lisboa, después de recorrerme tiendas y tiendas por mi ciudad y por otras que visitaba. Ahora tengo más, porque una amiga me trajo de Alicante, pero en bolsa, secos de verdad, ¡ja,ja! Tenía muchas ganas de abrir el bote, pero ahora no sé qué más cosas se pueden hacer con ellos, así que admito (por favor) sugerencias, porque sé que muchas de vosotras los usáis bastante. ¡Gracias!


La focaccia admite muchas más versiones, así que el asunto es ir probando. Yo todavía tengo pendiente una con aceitunas, como la que me comí en Milán hace tantos años, cuando todavía no me había entrado a mí este gusanillo por la cocina. Para acompañar a toda clase de embutidos y quesos, por ejemplo, viene muy bien y así solucionáis una cena informal, original y muy rica.






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martes, 6 de abril de 2010

BISCOTTI DE NUECES Y ARÁNDANOS

Tengo que decir antes de nada que hoy estaba dispuesta a publicar una receta salada, una col con cebolla que hice hace tiempo y que está buenísima, pero es que me he vuelto loca buscando en el ordenador la receta, después en internet, pero nada, sólo tengo la prueba de que lo hice alguna vez por las fotos, pero ya ni me acuerdo de qué blog saqué la receta ni cómo se hacía….¡soy un desastre! Pero no me rindo, así que a lo mejor algún día la publico por fin.

Mientras tanto, y como tenía ganas de escribir (es lo que tiene haber vuelto al paro, que el tiempo pasa taaaaaan despacio y se necesitan hacer cosas para no volverse una loca) he rebuscado en mi archivo (donde, reitero, no está la maldita col, ¡snif!) y he encontrado esta rica receta (dulce, por supuesto) que me pasó mi AIG de este año, Andrea, de Sweetie Cakes.

Estos biscotti de nueces y arándanos fue uno de sus regalos y estaban tan ricos que tuve que pedirle la receta para volver a hacerlos por mi cuenta. ¡Hummm!, qué sabor. Sólo con recordarlo me dan ganas de terminar de escribir esta entrada y ponerme manos a la obra, ahora que tengo todo el tiempo del mundo.


Allá va la receta:


INGREDIENTES


140 gramos de harina de trigo

140 gramos de harina de maíz

Media cucharadita de levadura química

Media cucharadita de sal

90 gramos de mantequilla

225 gramos de azúcar

2 huevos

Ralladura de un limón

100 gramos de nueces

100 gramos de arándanos


PREPARACIÓN


En un bol, se tamiza juntos los dos tipos de harina, la levadura química y la sal.

En otro recipiente, se bate la mantequilla hasta que esté cremosa y se añaden los huevos, de uno en uno, sin dejar de batir. A continuación se añade el azúcar y, por último, cuando todo esté bien integrado, los ingredientes secos. Es decir, la ralladura de limón, las nueces y los arándanos.


Se obtiene así una masa un poco pringosa pero que se trabaja bien. Esa masa obtenida se pone en un molde de cake y se hornea, con el horno precalentado a 180ºC, durante 35 minutos.


Se deja enfriar y se desmolda, para cortarlo, con un cuchillo de sierra, como si fuera una barra de pan, con porciones de centímetro y medio de grosor, aproximadamente.

Las porciones se colocan ahora en la bandeja del horno para que los biscotti se terminen de hacer. Se hornean como galletas durante 15 minutos, dándoles la vuelta para que se hagan bien por los dos lados.



OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO


La verdad es que me estuve “empollando” varias recetas de biscotti antes de hacer esta y tengo varias versiones pendientes. La receta de Andrea no es muy complicada, pero yo “sufrí” algún fallo de principiante que ahora os cuento para que no os ocurra.


Lo primero de todo: la masa en el molde del cake se tiene que hacer bien por dentro. A mí me quedó un poco cruda y luego vino todo el jaleo de romperse al cortarla y demás (sólo hay que ver en las fotos cómo me quedaron de amorfos los trozos). Así que habrá que dejarlo más de 35 minutos si pincháis con un palillo largo y veis que todavía está la masa húmeda.


Muy importante también lo de usar un buen cuchillo para cortar el cake en trozos, para que no se os destroce.

La masa que se obtiene es un poco empalagosa, pero si os untáis las manos con aceite se podrá trabajar mejor para meterla bien en el molde del cake.


Yo a veces lo hago en algunas recetas, porque no tengo a mano, pero en esta no prescindáis de la ralladura de limón. Verdaderamente, le da un sabor muy bueno, es básico para que queden unos biscotti ricos, ricos.

Cuando estén los trozos en el horno, haciéndose como si fueran galletas, tenéis que dejar que se doren bien, porque los biscotti son duros, y darle la vuelta a la bandeja a mitad de cocción, para que se hagan igual por todos los lados.


Lo mejor de estos biscotti, además de su sabor, es que duran mucho tiempo si los guardáis en una caja hermética o en bolsas con cierre, como me los mandó a mí Andrea, de los que os dejo una foto para que veáis la diferencia entre su profesionalidad y mi primer intento, ¡ja,ja! Eso sí, en mi defensa diré que el sabor estaba muy bien, que es lo que importa, ¿no?








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